sábado, 2 de enero de 2021

Cortoplacismo. Cúrrate 2021.

Tendría muy poca gracia cumplir con mi propósito eterno de año nuevo de revisar y ordenar las fotos al día. Porque, por supuesto, nunca lo cumplo. Ello me lleva, por un lado, a la desesperación ante mi caos infinito, y, en contraposición, a terminar cada diciembre sonriendo ante el balance que me ofrece mi galería.

Incluso hoy: hoy también sonrío ante este final tan raro. Me recuerdo, hace un año, brindando por los felices años veinte que nos acechaban. Y nunca mejor dicho. Me imagino a 2020 oculto tras una esquina, esbozando una sonrisilla malévola, frotándose las manos y diciendo: “Preparaos”.

…Esta tarde veía en los stories de @franlopezgalan que preguntaba qué nos había salvado en este año. Mis refugios y salvavidas no son más que viejos conocidos; la novedad es la lección aprendida de que cuidarlos más nunca es suficiente, y un mantra: “Haz más de lo que te hace feliz”.

Así que este año escribí: muchísimo más que antes, y muchísimo menos de lo que me gustaría. Y leí, y toqué. Fui tremendamente feliz dejándome las horas entre letras y notas.
Debí ser dueña de una inquietante intuición, y apuré los directos: entre enero y febrero disfruté de cinco, quizás seis o siete, conciertos. Tratamos de viajar, y en cambio terminamos en las Urgencias de un hospital de Castilla, y cancelando hoteles un once de marzo.

Este año no hubo kilómetros juntos, ni torreznos, ni pudimos darle a Jacobo la bienvenida que se merece. Pero ni una ni tres pandemias podrían provocar la escisión del núcleo mientras haya gifs y amor. Más llamadas a las doce de la noche ofreciéndome un concierto y tilapia, por favor. Más semanas de señoras que desayunan por encima de sus posibilidades. Aunque me queme el abrazo que os guardo, ya queda menos.

Este año nos ha regalado una cantidad ingente de primeras veces: ¿las has saboreado?

El verano fue un respiro. Volver a casa: soñaba con esa luz, con volver a subirme al tejado, cocinar con mamá, escuchar a papá zambulléndose en el agua. El mar: Norte, surf y homicidio imprudente. Sur, chacha: “vamo a calmanno” como leitmotiv. Y una serie de inconexiones que por fin comencé a ordenar; el secreto que me guardas.

Pero este año volví a tener miedo. Muchísimo. Tuve tanto miedo que no era capaz de reconocerlo: no me acordaba de qué era, ni a qué se lo tenía. Tuvimos que aprender a base de golpes y a marchas forzadas: a vivir con él, a convivir con la incertidumbre, a re-conocer la soledad. A sobrevivir a las noches de insomnio, a despertar cada mañana en una pesadilla circular, a echar de menos. A contenernos para no llorar cada día escuchando las noticias, en los pases de guardia, o al hablar con colegas de otros hospitales.
Pero también volví a emocionarme trabajando. Recuerdo esa última mañana “normal” de marzo, grabando cada movimiento a fuego, sabiendo que me estaba despidiendo de esa rutina de la que tanto me quejaba. Y no sabía hasta cuándo, ni cómo; ni quién sería yo al volver; si es que volvía.

...Por genética, serendipia o elección, tú, que lees esto, formas parte de mí, y sólo espero que despidas a este año pensando más en las enseñanzas que nos ha brindado que en todo –tanto- lo que nos ha quitado. Que te curres que 2021 le dé veinte vueltas.

“Me he vuelto cortoplacista porque, si quieres que la vida se ría de ti, cuéntale tus planes”.

Muy feliz  2021. Gracias por estar, por leer, por compartir.



miércoles, 22 de abril de 2020

Quédate en casa


Bendito balcón. Está lloviendo, y eso siempre me calma. He encendido una vela, a medio camino entre este recogimiento forzoso y la plegaria. Me sigo sorprendiendo a mí misma con mi capacidad de actividad: se me pasa el confinamiento volando. No me dan los días para tanto. Hoy por primera vez me he sentado a escribir. A vaciarme . Y mi respiración se ha enlentecido, el nudo del estómago se ha aflojado un poco, y la fuerza parece querer renacer. Menos mal: la necesito.

Estoy sola, pero se está tan bien en casa. Soy plenamente consciente de que estas horas de soledad y de relativa paz no son más que una tregua. A mi hospital el virus se acerca con menos prisa; ha tenido la deferencia de darnos un margen para prepararnos. Así que estoy descansando, comiendo sano, bailando en el pasillo, quedando “a tomar algo” por videollamada. Estudiando mucho, y tratando de no ver todos los días el telediario. Este impasse me da espacio para poder enfrentarme a esta batalla.
Me llegan mensajes, muchos “cómo estás”. Mi prima me manda clases de ballet, y vídeos sobre respiradores que sus colegas ingenieros inventan contrarreloj.

Intento no pensarlo mucho, mientras en esta ventanita veo cómo cada cual “sufre” el encierro a su manera. Os cambio dos meses de claustro por lo que viven mis compañeros en cualquier hospital de Madrid, os lo cambio por la incertidumbre que me aplasta porque aún ni me imagino a qué me voy a enfrentar en los próximos días.
Intento no pensarlo mucho porque la pena me atraviesa, la rabia me parte y el miedo me encoge. Intento estudiar bastante y, a pesar de todo, consigo apasionarme haciéndolo, porque ayudar, calmar, salvar, luchar, es lo que llevo tratando de hacer desde hace seis años en mi día a día en el hospital. Y ahora se hace cuesta arriba: porque duele, porque pesa la impotencia, porque tenemos todos mucho por vivir y no queremos dejarnos nada, ni a nadie. Porque no queremos elegir quién vive y quién muere solo y aislado. Pero lo hacemos, porque no queda otra.
Porque nos ha pillado por sorpresa. Porque a pesar de la precariedad, de la inseguridad, de la desprotección, estamos ahí para vosotros. Así que quedaos en casa: se está tan bien. Encended vuestra vela. Luchemos todos, cada uno desde su posición.
Puede que así todo vaya menos mal.

Hace días que no va bien, y, a pesar de ello, juraría que ayer me saludaste desde arriba.  Creo que decías: “Eh, estoy aquí. Todo va a ir bien”. Te sigo pensando, y creo que lo haré toda mi vida.

21 de marzo de 2020

miércoles, 1 de abril de 2020

De la primavera que vivimos en los balcones

Escribo en la habitación del balcón. La que mi hermano ha dejado vacía: le hice volver a casa tan pronto anunciaron la suspensión de las clases, antes de que todo estallase. Se me hace raro estar aquí sin él.
Durante este día tan largo se colaba por el cristal la luz cegadora de una primavera inminente, y quizá la más extraña que nos ha tocado vivir. Este balcón de mi casa se asoma a un Madrid vacío, a un silencio que, en pleno centro de la ciudad, resulta sobrecogedor por inusual.

A las diez de la noche habéis roto esta quietud casi fantasmal. Los aplausos han cruzado el cielo del país de norte a sur, de este a oeste. Nos habéis alentado. Nos habéis emocionado. Nos habéis inyectado fuerza para ir a por todas contra él, nos habéis demostrado que sí, os hacéis responsables y os quedáis en casa para que, sí, podamos atenderos a todos. Nos habéis reconocido un peso que los recortes en Sanidad Pública quisieron aligerar, y que, se ha demostrado, no se puede.

Creo que jamás se han concentrado en mi corazón tantas emociones en tan pocos días.

* Vuelvo por aquí en mitad de la tormenta. Algún día, cuando todo quede muy lejos, me gustará leer esto. 

lunes, 8 de abril de 2019

Qué tener en cuenta para elegir Anestesia

Si, como la inmensa mayoría hicimos en su momento, habéis seguido cual ovejitas la senda marcada por las academias MIR, os habrán ayudado a elaborar una lista de preguntas con las que someter a un tercer grado a residentes y adjuntos de las distintas especialidades, para ayudaros a la hora de ordenar vuestras preferencias para elegir hospital.

Hace cinco años yo estaba igual. Y ahora, cuando casi he cumplido mi primer año como adjunta, sé qué más hubiese querido saber entonces.

La pregunta estrella es “¿Repetirías especialidad y hospital?”.

Siempre respondo lo mismo: escogería Anestesiología sin dudar (siempre bromeo con que habría cogido Dermatología de haberme dado el número, pero es cierto que en la carrera me gustaba mucho también, con el plus de los cosméticos gratis xD). Mis razones y comeduras de coco para decidirme por la especialidad dan para otra parrafada. ¿Si repetiría mi elección en cuanto al hospital? No lo sé. No hay hospital perfecto. Por eso, aquí va una serie de cuestiones que considerar a la hora de elegir plaza. 

- Hospital grande VS hospital pequeño

No tendría duda: grande. Al menos, mediano, y con cuantas más especialidades quirúrgicas, mejor. Cuantas más oportunidades tengas de manejar pacientes complejos, politraumas, hemorragias masivas, obstetricia...mucho mejor.

Algunos hospitales, incluso grandes, como el Ramón y Cajal, carecen de Ginecología/Obstetricia y Anestesia Pediátrica. Si tuviera que escoger, priorizaría un sitio que tuviera Obstetricia. Es más probable que recién acabado hagas anestesia en obstetricia que que estés anestesiando niños todas las semanas. 

En cuanto a críticos: también intentaría que tuviera una Rea medianamente potente.  

 Obviamente, en esta dicotomía de grande VS pequeño abrimos un eterno debate sobre pros y contras. A grandes rasgos:

- El trato.

En los grandes, sobre todo al inicio, es menos personal. Son lugares más “hostiles” y menos familiares, en general. Eres un residente más entre cuarenta, en el caso del 12 de Octubre. En Toledo eres uno entre diez. Por supuesto, depende de cada persona y de muchas circunstancias, pero era R2 avanzada y mucha gente aún no nos conocía. 

- Guardias.

En hospitales grandes, las guardias se diferencian (general, rea, mater, infantil). En hospitales medianos/pequeños estás para todo. Obviamente, es una cuestión puramente logística. En los grandes, de otro modo, probablemente sería inviable llegar a todo, y en los medianos a veces los residentes están sobrecargados. Pero esto también puede pasar en un grande, donde vas como pollo sin cabeza de paciente en paciente, de epidural en epidural, de quirófano en quirófano. 

Antes, en el 12, las guardias de materno-infantil eran “combinadas”, y estaba muy bien porque veías niños desde pequeño con un mayor, y de mayor, cuando tenías una visión completamente distinta, seguías viendo mucha obstetricia. Yo no lo viví, pero creo que es bastante enriquecedor.

Hay hospitales donde las guardias de Rea se hacen durante toda la residencia, y otros donde se condensan en los 6 meses de rotación. La parte positiva de hacerlas durante los cuatro años es que no pierdes el contacto con el crítico, y la positiva de tenerlas condensadas es que tienes mayor dominio porque todo tu foco durante esos meses está puesto en el enfermo crítico. Lo negativo de esto último: la sobrecarga, si el crítico no te llama a priori la atención. 

- La financiación. 

Anestesia, en general, no es una especialidad de glamour, congresos y gastos pagados. Pero es más probable que te financien o te den hecho el ir a congresos/cursos en un hospital mediano que en uno grande. 

- El número de residentes.

Cuantos menos sean, mejor en muchos sentidos. Más técnicas, más fácil elegir en qué quirófano meterte. Por ejemplo, en Toledo, desde R1, tienen la posibilidad de meterse en quirófanos complejos. Es evidente que no vas a aprovechar igual un Whipple de R1 que de R4, pero tener la posibilidad de verlo desde pequeño es una gran oportunidad.

Que haya muchos residentes no tiene que ser poco alentador en cuanto a “las manos”. Vas a hacer técnicas a mansalva en cualquier sitio. Obviamente, hay lugares donde tienen más o menos accesibles los dispositivos de vía aérea difícil, o por la complejidad de los quirófanos y los pacientes se hagan más o menos ciertas técnicas, pero las básicas las vas a hacer bien y a repetir trescientas veces estés donde estés. 

Otro tema “manual” son los bloqueos ecoguiados para anestesia regional, pero esto depende más de lo regionalista que sea tu hospital que de otra cosa.

-Entrar directamente en Anestesia.

Algo por lo que yo descarté ciertos hospitales, y que más tarde consideré un error, fue por empezar directamente en el Servicio de Anestesia. 

Creía que no rotar en especialidades médicas, o no hacer guardias de Urgencias, sería una gran pérdida para mi formación. Pero lo cierto es que no. Es bonito, útil e interesante hacer guardias médicas de Urgencias, y rotar en Cardio/Neumo/Nefro/Rayos (según cada hospital), pero lo cierto es que cuatro años se quedan justos, si no cortos, y lo que puedas aprender en un mes en la planta de Cardiología no te va a salvar la vida en tu día a día como anestesiólogo. Es decir: es útil, pero no es imprescindible. Además, depende mucho de la suerte que tengas (cuán docentes sean tus compañeros y los responsables docentes de tu rotación). Según mi experiencia (no tuve mucha suerte en estas rotaciones, por lo que mi opinión probablemente esté sesgada) sólo me quedaría con la rotación en Radiología (placas de tórax: necesario saber valorarlas en la consulta de preanestesia y en el paciente crítico, y la parte de Cardio podría ser mejor aprovechada rotando en agudos cardiológicos y/o ecocardio. Una parte buena de rotar fuera de tu Servicio es conocer a los CoR de otras especialidades, pero también es posible si eres sociable y te apuntas a un bombardeo como buen R1. No es algo bueno sólo desde el punto de vista social, sino también de cara a las interconsultas durante estos 4 años de formación ;)

- Grado de supervisión

 Algo que suele preocupar bastante a los inminentes residentes es la falta de supervisión/protección. Como contrapunto, encontramos la sobreprotección. 

En el punto medio está la virtud, que se suele decir. Salvo en las guardias de Urgencias de los grandes hospitales, los residentes de Anestesia, en general, no se sienten desprotegidos. Nuestra especialidad tiene un punto de riesgo bastante importante del que no eres consciente hasta que la conoces, y es por eso que los adjuntos y residentes mayores no van a dejarte solo en situaciones potencialmente caóticas/peligrosas. En cuanto a sentirse sobreprotegido o “demasiado supervisado”: a veces, de mayor, uno puede echar de menos cierta libertad de movimiento. Pero, en general, los adjuntos saben cuándo dejarte “volar solo”. 

- Rotaciones externas

Lo ideal es que tu plan formativo tenga huecos vacíos disponibles para hacer rotaciones externas/complementarias. Es cierto que, si tienes que prescindir de alguna rotación para hacer una externa, generalmente no supone una pérdida irremplazable, pero cuadrarlas a veces puede ser complicado. Creo que todos los centros deberían contar con este hueco en blanco desde el inicio. 

En cuanto a qué rotaciones externas hacer, depende mucho de cómo sea tu hospital. Es decir: probablemente rotarás fuera en áreas de las que tu hospital carezca, sea deficitario, o haya tradición de rotar. Luego, claro está, están tus propios intereses. 

Personalmente, me arrepiento de no haber rotado en el extranjero, y de haber seguido la estela de los mayores sin haber investigado un poco más otras opciones. 

En los grandes hospitales, en general, no suele ser necesario salir fuera porque tienen de todo. En los de menor tamaño sí que tienen establecidas ciertas rotaciones (por ejemplo, en Toledo rotan varios meses fuera en Reanimación en el Gregorio Marañón y en Pediátrica en el 12 de octubre o el Niño Jesús).

- Ejercer de adjunto durante R4. 

Creo que es algo que se debe preguntar. En el 12, a tu elección, según dónde estuvieras rotando y tus preferencias, podías elegir días concretos para “hacer de adjuntillo”, pero quizás con poca continuidad, y nunca como algo obligatorio. 

En otros hospitales, tienes uno o incluso varios meses completos al final de la residencia donde tú eres el anestesista programado en un quirófano concreto.

Esto tiene una importancia crucial para ir soltándose y perder el miedo. 


- El jefe. 

Es cierto que no es una figura crucial durante la residencia, pero puede ser más importante de lo que creemos en un principio. 

El año pasado, cuando estaba entregando CVs, veía a muchos jefes vestidos de quirófano, saliendo de él un momento para atenderme. Creo que el hecho de que un jefe continúe haciendo actividad asistencial y guardias, que sea accesible, que conozca a sus adjuntos y residentes, y estos hablen bien de él, demuestra su implicación con su propio Servicio, y denota que lucha por sus intereses, más allá de cumplir con los números. 

Obviamente, el nivel de complejidad de un hospital condiciona las actividades de un jefe de Servicio.


- Docencia y diploma Europeo de Anestesia (EDAIC).

Aprender, en cuanto a lo práctico, depende en gran medida de la docencia que ejerzan contigo tus adjuntos y resis mayores. Pero siempre, y sobre todo, depende de uno mismo. 

Claro que no es lo mismo estudiar con una buena guía, que intuyendo según tu día a día qué revisar. Por eso, creo que cuanto más implicado y organizado esté el Servicio en cuanto a docencia, mucho mejor.

Sesiones hay en todos los hospitales, pero siempre será más productivo que las sesiones para los residentes estén organizadas y supervisadas por los tutores, de acuerdo al nivel de los residentes, quizás organizadas por áreas (obstetricia, reanimación, anestesia en general…). Otro plus es que haya simulación y entrenamiento en situaciones críticas, que se organicen cursos donde los residentes puedan participar siendo parte de la organización o de los instructores, que puedas implicarte en docencia porque sea un Hospital Universitario...

En este sentido, no te olvides de preguntar qué tal son los tutores, cuánto se implican, cómo de encima de los residentes están. 


Sobre el Diploma Europeo. No es imprescindible, pero es cierto que “está de moda” tenerlo. Cuando busqué trabajo sólo en un hospital de al menos diez que visité me preguntaron si lo tenía.

He aprobado la parte I durante mi primer año de adjunta, pero si volviera atrás, lo prepararía durante la residencia. Al fin y al cabo, estudiar el Europeo es estudiar la especialidad en general. Creo que el mejor momento es entre R2 y R3. En R1 eres demasiado joven e inexperto, y de R4 tienes otras prioridades. Prepararlo con o sin academia es una elección personal, pero yo lo hice sin academia y es posible. También es cierto que es un examen algo extraño, y que, según mi experiencia, de hacer el teórico (parte I) no aprendes realmente, pues no puedes quedarte con tu cuadernillo para evaluar los fallos a posteriori. 

Pero si los hospitales que conforman el top 3 de tu lista se preocupan de preparar el Europeo con sesiones orientadas a ello, por ejemplo, es otro plus.


- Horario y la libranza de guardias.

La libranza en el saliente es prácticamente universal. Como plus, hay hospitales donde la libranza de la guardia del sábado es el (domingo y) lunes.

Sobre el horario habitual, suele ser de mañanas. Pero hay hospitales donde por norma el residente sale a las 15h, y hospitales donde no sales hasta que tu quirófano no concluye. Durante la residencia fue vital poder salir a las 15h y disponer de toda la tarde para estudiar y organizarme la vida. No obstante, igualmente enriquecedor es, de forma puntual, quedarte hasta el final en determinados casos. Pero creo que aprovecharse de la presencia del residente no debería ser la norma.

- Trasplantes

Preguntar si se hacen trasplantes: cuáles, en qué momento de la residencia, y cómo se organizan, y si se remuneran estas guardias.

A toro pasado, creo que lo más enriquecedor es ver trasplante durante toda la residencia. En el 12 de octubre estabas localizado dos meses, de R4, sin remuneración extra: el mes de cirugía torácica para trasplante pulmonar, y el mes de Cirugía General de R4 para hepático-intestinal-multivisceral-pancreático. Es decir: depende del azar que en tu mes de rotación sólo veas uno, o veas veinte, y te pases el mes entero medio muerto y encerrado en el hospital sin pagarte más. En otros hospitales, del trasplante se ocupa la guardia, y por tanto puedes verlo como residente desde R1 hasta R4 en cualquier guardia en la que surja.

Como otros aspectos de la especialidad: no es vital. El manejo intraoperatorio de los trasplantes de órganos es súper bonito, complejo y enriquecedor, pero probablemente al salir recién acabada la residencia no lo hagas (quien termina haciendo trasplante tiene que pasar por una fase de training), o hagas renal, cuyo manejo no es tan complejo.



Creo que, desde mi humilde visión de A1, eso es todo. A pesar de la parrafada es posible que me deje algo en el tintero. 

Como siempre, los comentarios y sugerencias son más que bienvenidos. 












sábado, 2 de febrero de 2019

Cinco años después


Mentiría si dijera que no recuerdo dónde estaba hace cinco años.

Por aquel entonces, básicamente seguía las directrices impuestas por la academia que elegí para preparar el MIR. Recuerdo las paredes de mi feudo estudiantil empapeladas por cientos de post it que jamás llegué a mirar. Y ese viernes, el último viernes, el día “antes de”, tocaba repasar los TNM, no sé qué más, y descansar.

Así que, obediente, me senté, aquella última mañana, dispuesta a repasarlo y darlo todo.
Pues no: lloré. De repente, sólo lloré. Magdalena like. Como si no hubiera un mañana. Como si la solución a la sequía dependiera del caudal de mis vías lagrimales. Lloré y lloré, hipando cada cierto tiempo, con la cara congestionada  y los párpados, ellos, puro edema.
No estaba triste. No iba a obtener una calificación pésima. No sabía dónde iba a poner el huevo, pero sabía que estaría contenta con mi decisión. En el fondo, lo sabía.
No era más que la tensión acumulada de seis años, nueve meses, y toda una vida.

Pero no recuerdo las netas. No recuerdo qué percentil tenía. Ni apenas los nervios, el fuego en el estómago, los planes rechazados, las manos moteadas en colores fluorescentes, el esfuerzo, las lágrimas, las broncas, las ganas de mandar la puñetera carrera de Medicina a tomar viento fresco.
En cambio vuelvo a aquella tarde y escucho a todos al teléfono. Puedo volver a leer los mensajes de ánimo. Revivo la visita que hice a mi abuelo, el paseo que di con la Gorda, y las miradas y los gestos de cariño de mis padres, a medio camino entre la impotencia y la carcajada porque, el día de antes del MIR, me dio por llorar.

Y, ahora, cinco años después, sé que no era tan terrible, que me flipa lo que hago, y que todo, absolutamente todo, valió la pena.



Let me try over and over
Let me fail once again
Let me have one more chance
It's not worth trying to stop me
I want it, I'll go for it
And I won't miss the chance
I don't want to be afraid to be, at last free, flying peacefully
Sometimes the abyss scares
But I don't want to feel afraid
I'll find a way to be, finally free



domingo, 24 de junio de 2018

De despegues, certezas y hogar


Hace poco más de un mes que he cambiado el metro por las cuatro ruedas. Que hago muchos kilómetros al día para ir a trabajar a un hospital con vistas, y sonrío cuando mis dos ciudades me reciben con su horizonte imponente. Que en mi tarjeta ya no pone "Médico Residente de Anestesiología y Reanimación". 


La noche del dieciocho de mayo quería haberme hecho la poeta, y haber hecho lo mismo que mi querido doctor Pozo el día de su despedida. Que agarró una servilleta en la mesa de cualquier bar, y se puso a coser recuerdos. Pero, en mi caso, aquella tarde eran las ocho menos veinte y yo tecleaba a toda leche esperando a que se me secaran las uñas. Como siempre, last minute, mi especialidad: improvisar, tener un plan B. 

Sentía la necesidad de contarles algunas cosas y agradecerles otras tantas a todas las personas que, de un modo u otro, formaron parte de algo tan grande. 

Les conté que la primera vez que, temprano, me topé con la mañana fría al salir a la superficie desde la boca de metro, sonreí. “Hospital 12 de octubre”, había anunciado la megafonía. El lugar por el que tanto habíamos luchado se recortaba contra el cielo nada más salir. Habíamos logrado llegar a tener la oportunidad de convertirnos en anestesiólogos en un gran hospital.

Recuerdo una de aquellas primeras mañanas. Al cruzar las puertas automáticas, escuché a una señora, familiar de paciente, supongo, decir: “Qué mierda todo, Paco”. Y es que sí, quizás, un poco: recién salidos del MIR, ingenuos, aterrizábamos en la vida, y por fin, de verdad, en el hospital. No teníamos ni idea de cuántas miserias ajenas, soledades, malas noticias y noches en vela íbamos a ser testigos.

Podíamos imaginar, pero no sabíamos, lo que nos cambiarían estos cuatro años.
Durante este tiempo nuestros adjuntos y mayores nos habéis guiado. Nos habéis acompañado, llevándonos de la mano y siempre vigilantes al principio, dejándonos abrir las alas después. 
Vivimos el subidón de las primeras veces: la primera intra, la primera central. Las arterias rebeldes, el tubo al esófago. La primera sonrisa, las primeras veces que ayudamos a calmar el miedo de un paciente. Las primeras epidurales: cómo les cambia la cara al hacer magia y quitar el dolor. El primer vuelo solos, aquellas veces en que decíais: “venga, induce" y nos dabais la batea con la medicación. Los niños: frágiles, suaves, buscando vías como quien busca un tesoro en esas manos rechonchas y nuevas. La Rea, los pulmones: a veces en la cama 12, otras casi en literas. El frío de los Moreno, el calor subiendo y bajando plantas pasando la UDA. Las endoscopias, las laparoscopias en el 34 a las cuatro de la mañana, que no hay guardia sin doble J. 

Y, sin darnos cuenta, los veintipocos se convirtieron en veintitantos. Sufrimos un terremoto del que salimos ilesos, y nos hicimos todos más fuertes. Ya no tenemos miedo, o al menos no tanto. Nos habéis enseñado a mantener la calma, a liderar, a comunicar, a dormir, y también a no dejar de soñar mientras cuidábamos de los sueños ajenos. 

Han sido cuatro primaveras fugaces en esta acera. Pero ahora comienza el despegue, sale otro avión. Nos quedaremos, o no, en esta ciudad tela de araña de la que yo, hoy, no quiero huir. Echaremos de menos al edificio mastodóntico de quince alturas que se ha convertido en casa. Ahora seremos un poco nómadas, o no: nadie sabe dónde andaremos mañana.

A nosotros, que somos las últimas ascuas de los 80, que aún aprendimos a diferenciar izquierda y derecha con Barrio Sésamo, y, en cambio, nos hemos convertido en los millenial, la generación del Smartphone, los que se pierden por la calle si no llevan Google Maps, nos toca echar a andar sin mapa, nuestro mapa: vosotros.

Nos toca salir. Arriesgar. Levantar el cordón y cruzar más allá del perímetro de seguridad.
Que todo lo que nos de miedo sea no estar mañana. Lo demás, amigos, lo demás lo tenemos hecho.

No podemos saber dónde llegaremos, pero sí tendremos una preciosa certeza: de dónde venimos, y dónde permanecerá siempre un cachito de nuestro corazón. Diremos, allá donde vayamos, con orgullo, que “somos del 12”.  

Coerres, resis pequeños y mayores, adjuntos y MAESTROS, Enfermería y auxis, Real Cuerpo de Celadores, cirujanos lectores y no lectores, nuestra secre breve de la sonrisa eterna. No acabaría nunca en una lista interminable: ya sabéis quiénes sois. 
GRACIAS, en mayúsculas, a todos, por tanto.

:)







Los días están contados, 

no hay más que temer, 

tan sólo seremos libres 
cuando no haya más que perder. 


Se lo llevó la tormenta y el tiempo, 

nada se pudo salvar, 

sólo quedó una chispa de luz 
y es hora de volver a empezar. 


miércoles, 11 de abril de 2018

10 razones para hacer Anestesia (SEDAR)


Por petición de algunas personas, que no podían acceder al enlace de la web de la SEDAR sobre las 10 razones para hacer Anestesiología, os hago un copia-pega íntegro del texto para que os dejéis convencer :) 
Si un día de estos me da la vida, trataré de hacer mi propia versión, pero lo cierto es que, con estas diez, a mí me hubieran convencido (si no lo estaba ya). 
Ahí lo tenéis:
En estos días en los que parece que hay que justificar el porqué hay que hacer bien las cosas, ya que se considera que el bien de la mayoría debe prevalecer al beneficio de unos pocos, queremos atrevernos a haceros una pequeña reflexión con las razones correctas para elegir anestesia como especialidad “clave” para culminar, de una forma brillante, tu carrera de medicina, ahora que has aprobado el MIR y dudas sobre la especialidad que elegirás y que ya marcará el resto de tu vida profesional.
¡Estas son las 10 razones por las que queremos que te unas a nosotros!
  1. La primera es el nombre completo de la especialidad: Anestesiología, Reanimación y Tratamiento del Dolor. ¿Has pensado alguna vez en lo que significa cada parte? ¿Y lo completa que puede ser tu formación médica conociendo estas tres importantes áreas en el ejercicio de la medicina? Probablemente, si no te han tocado prácticas en el servicio de Anestesiología donde estudiaste la carrera, ni te lo hayas planteado. Las cosas, a Dios gracias, parece que están empezando a cambiar, pero actualmente el contacto que hay con la anestesia durante la carrera es muy limitado. En pocas universidades hay alguna asignatura dedicada a la anestesia, y en menos una asignatura que sea troncal. Si tienes la suerte de poder realizar tu especialidad en un Hospital Universitario donde se imparta, a tus muchos méritos sumaras el de profesor/a colaborador/a de la facultad.
  2. En nuestra especialidad somos capaces de inducir un sueño profundo, parecido al coma, ausente de dolor y, al tiempo, velar por el correcto estado de todas las funciones y constantes vitales del paciente…, y lo que es más increíble, aún somos capaces de hacerles volver de ese sueño cuando queremos, al tiempo que resolvemos cuantos problemas puedan aparecer durante el acto quirúrgico… Esta capacidad nos ha valido el nombre de “doctores de los sueños”, pero pocos se han parado a pensar lo que de verdad implica.
  3. Somos el máximo exponente de la seguridad en el quirófano. Así, si el anestesiólogo no estuviera cuidando del paciente en las cirugías, en muchas, podría hasta morir y, además, debemos tener en cuenta todos los pequeños detalles que puedan perjudicar al enfermo durante la cirugía, como son, entre otros, la posición quirúrgica, si va a poder aguantar el tipo de cirugía, la temperatura, etc.. Es decir, aprenderás a ver al paciente como un “todo” en el que el más pequeño detalle debe estar controlado por ti, para que todo se desarrolle de una forma correcta, y cuando surja un problema en el que la vida del paciente corra peligro… ¡Allí estarás tú con los amplios conocimientos de fisiología y medicina que habrás adquirido durante tu formación, para resolverlos! Mola, ¿eh?
  4. Aburrirse o caer en la rutina en esta especialidad es prácticamente imposible… Además de toda la diversidad de quirófanos: trauma, torácica, cardíaca, pediátrica, neurocirugía, vascular, cirugía general…, cada vez nos necesitan en más áreas del hospital para sedaciones: TAC, digestivos, terapia de fertilidad, neumólogos… O lo que es lo mismo, aprenderás a tratar a todo tipo de pacientes con muy diversas patologías de base y que supondrán un continuo reto en tu capacidad de respuesta ante los problemas que te puedan aparecer, y que los enfocarás de maneras muy diferentes, según el tipo de cirugía o procedimiento al que te enfrentes. Y en los que aplicarás tanto técnicas anestésicas generales como de bloqueos regionales de prácticamente todas las partes del cuerpo.
  5. Nuestra profesión es claramente de contrastes: pasas de la calma a la alerta máxima en cuestión de segundos, y tienes que estar preparado para todo. Aquí es donde entra la segunda palabra de la especialidad: reanimación. Debemos ser capaces de proporcionarle al paciente lo que necesita para mantener la funcionalidad de sus órganos: sangre, líquidos, drogas vasoactivas…, y no solo en el procedimiento quirúrgico, sino además en las Unidades de Reanimación, de las que luego te hablaremos, en las que cuidamos que el postoperatorio sea seguro. Allí aprenderás infinidad de técnicas tanto de analgesia y cuidados postoperatorios como de cuidados del paciente crítico.
  6. Creemos firmemente que tener la capacidad de aliviar el dolor es un don. Nosotros somos los especialistas que lo controlamos, tanto en el quirófano, como en los paritorios, Unidades de Reanimación y en las famosas clínicas del dolor. De estas últimas queremos hablarte: somos la última esperanza para los casos desesperados que no mejoran y nos los remiten el resto de especialistas. Allí manejamos tanto fármacos, como una amplia variedad de técnicas intervencionistas, al tiempo que podemos mirar a los ojos a los pacientes para transmitirles una esperanza en su alivio. Esta es otra de las ramas de nuestra especialidad a la que podrás encaminar tus pasos si te sientes atraído por este tipo de patologías.
  7. También te hemos de informar que uno de nuestros más apreciados talentos suele ser el de “solucionadores de problemas”, gracias a la anticipación que nos demanda el siempre ir por delante de todos los problemas. Nos acostumbramos a tener un plan A, B, y C por si las cosas se tuercen. Esta capacidad de previsión y el desarrollo de múltiples técnicas que requieren habilidad manual hace que nos llamen, desde diversos lugares del hospital, por ejemplo, cuando nadie más es capaz de cogerle una vía a un niño, o hacer una punción lumbar imposible, o hacer una fibrobroncoscopia con el paciente despierto, o responder ante una reacción alérgica severa, un paro en planta, etc.. Y un sinfín más de cosas que te encantará realizar.
  8. Otro aspecto muy poco conocido de nuestra alta competencia es el manejo del paciente crítico, las Unidades de Reanimación están destinadas especialmente al cuidado postostoperario de pacientes complejos, requiriendo conocimientos que se extienden en campos tan variados como la ecocardiografía, la fluidoterapia, el manejo de antibióticos o la hemofiltración. ¿Te imaginas tú allí salvando vidas?
  9. Voluntariamente, hemos dejado para el final una razón muy obvia: te has fijado que nuestra tasa de paro es de 0%… La necesidad de anestesiólogos es un valor al alza. Simplemente hay que comparar cuantos MIR quirúrgicos salen cada año con respecto a cuantos MIR anestesiólogos… Nos falta gente, y siempre podrás trabajar desde el Hospital más puntero que puedas imaginar a la Clínica mas pequeña que hayas visto.  La anestesiología es el “alma” del bloque quirúrgico.
  10. En resumen, somos los más médicos de los quirúrgicos y los más quirúrgicos de los médicos. ¡Únete a nosotros! Te aseguramos que nunca te arrepentirás.
Dr. José Mª Sistac Ballarín
Vicepresidente de la Sección de Docencia y
Formación Sociedad Española de Anestesiología y Reanimación
Dra. Mª José Goizard Botella
Residente de 4º año
Hospital Univesitario Arnau de Vilanova, Lleida