lunes, 25 de enero de 2016

Retales de un trayecto de viernes

Me gusta conducir. Era el eslogan de un conocido anuncio, pero me lo apropio porque así es. Me encanta agarrar el volante, cambiar de marcha, bajar ventanillas, acelerar, desviar la mirada hacia el retrovisor (por si nos cruzamos). Cantar a pleno pulmón. Dejar rodar mejilla abajo alguna lágrima traviesa si por el altavoz se escapan letras de las que se hunden en la tripa, y allí, enganchadas, se quedan. Guardar la distancia de seguridad lo mejor que puedo, y también aporrear con furia el claxon cuando algún imprudente me adelanta por la derecha o hace alguna genialidad. Que soy consciente de que da igual, pero yo me quedo más ancha que larga. No iba a ser todo romanticismo y armonía.

Hace tiempo decidí que trataría de hacer mis lunes menos lunes. Hoy lo hice conduciendo, desperezándome con la noticia de un terremoto en Melilla. El anterior ignorando a las malas y distractoras lenguas que se empeñan en crear días para todo cuando luego no celebran nada: pasé del blue Monday (rebelde sin causa que es una) y fui feliz intubando por primera vez con Airtraq, y después preferí acelerar la semana hasta mi improvisado grey Friday. Gris era el asfalto, como el plúmbeo y espeso cielo cargado de nubes que se niegan a llovernos. Y mira que yo le pedí a los Reyes poesía, y frío, para que temblases tú también y entonces volvieras para rogarme calor. Pero nada, no hay manera: los abrigos se aburren en los percheros, las cervezas se toman al sol este enero. Habrá que nadar contracorriente, rumbo al norte. Y ponerse la sonrisa los lunes por la mañana, y los domingos, aunque amarguen. Y colgarse una mochila preciosa que me dejó Melchor, y que voy a llenar de recuerdos y de todo lo que seremos mientras continúo persiguiendo estrellas. Seremos un café improvisado en este lunes cualquiera; seremos groupies que se quedan sin habla a cincuenta centímetros de sus cuerdas y su garganta; seremos sirenas modernas y cosmopolitas. Seremos estrellas del rock que siguen bailando con los pies en quirófano mientras el globo verde se llena de sueños otra mañana.

...Conducía. Sonaba Salitre. Aceleré tomando a derechas la curva donde una vez nacimos de nuevo. Seguía rodeada de gris aquel viernes, pero al fondo, al oeste, se abría una brecha de fuego. Claro, la luz. Cómo no si estaba llegando a casa. Los abrazos, claridad, arroz negro, y una vida a punto de empezar; cercos de humedad en las calles y bajo mis pupilas: aquí sí ha debido caer algo. El amor incondicional de la Gorda en el reencuentro, y siempre. Aunque disfruta de lo efímero de la emoción: ya está roncando de nuevo a mis pies, en una siesta perezosa. 
Qué si no en una tarde de viernes.

...Quizás el mar. O dos mochilas recorriendo un mundo entre el tira y afloja de viajar con guía o dejarse perder. O unas crepes en la Bretaña, o en Malasaña, qué más da.


Con quién mejor que contigo, le mentí. 




"...Algunas flores crecen en las dunas,
sube la marea
y se hacen invisibles.
  
Algunas duermen a la luz de la luna, 
persiguiendo sueños imposibles.

[...] De alguna manera 
tendré que olvidarte,
tengo que olvidarte
 de alguna manera".