sábado, 2 de enero de 2021

Cortoplacismo. Cúrrate 2021.

Tendría muy poca gracia cumplir con mi propósito eterno de año nuevo de revisar y ordenar las fotos al día. Porque, por supuesto, nunca lo cumplo. Ello me lleva, por un lado, a la desesperación ante mi caos infinito, y, en contraposición, a terminar cada diciembre sonriendo ante el balance que me ofrece mi galería.

Incluso hoy: hoy también sonrío ante este final tan raro. Me recuerdo, hace un año, brindando por los felices años veinte que nos acechaban. Y nunca mejor dicho. Me imagino a 2020 oculto tras una esquina, esbozando una sonrisilla malévola, frotándose las manos y diciendo: “Preparaos”.

…Esta tarde veía en los stories de @franlopezgalan que preguntaba qué nos había salvado en este año. Mis refugios y salvavidas no son más que viejos conocidos; la novedad es la lección aprendida de que cuidarlos más nunca es suficiente, y un mantra: “Haz más de lo que te hace feliz”.

Así que este año escribí: muchísimo más que antes, y muchísimo menos de lo que me gustaría. Y leí, y toqué. Fui tremendamente feliz dejándome las horas entre letras y notas.
Debí ser dueña de una inquietante intuición, y apuré los directos: entre enero y febrero disfruté de cinco, quizás seis o siete, conciertos. Tratamos de viajar, y en cambio terminamos en las Urgencias de un hospital de Castilla, y cancelando hoteles un once de marzo.

Este año no hubo kilómetros juntos, ni torreznos, ni pudimos darle a Jacobo la bienvenida que se merece. Pero ni una ni tres pandemias podrían provocar la escisión del núcleo mientras haya gifs y amor. Más llamadas a las doce de la noche ofreciéndome un concierto y tilapia, por favor. Más semanas de señoras que desayunan por encima de sus posibilidades. Aunque me queme el abrazo que os guardo, ya queda menos.

Este año nos ha regalado una cantidad ingente de primeras veces: ¿las has saboreado?

El verano fue un respiro. Volver a casa: soñaba con esa luz, con volver a subirme al tejado, cocinar con mamá, escuchar a papá zambulléndose en el agua. El mar: Norte, surf y homicidio imprudente. Sur, chacha: “vamo a calmanno” como leitmotiv. Y una serie de inconexiones que por fin comencé a ordenar; el secreto que me guardas.

Pero este año volví a tener miedo. Muchísimo. Tuve tanto miedo que no era capaz de reconocerlo: no me acordaba de qué era, ni a qué se lo tenía. Tuvimos que aprender a base de golpes y a marchas forzadas: a vivir con él, a convivir con la incertidumbre, a re-conocer la soledad. A sobrevivir a las noches de insomnio, a despertar cada mañana en una pesadilla circular, a echar de menos. A contenernos para no llorar cada día escuchando las noticias, en los pases de guardia, o al hablar con colegas de otros hospitales.
Pero también volví a emocionarme trabajando. Recuerdo esa última mañana “normal” de marzo, grabando cada movimiento a fuego, sabiendo que me estaba despidiendo de esa rutina de la que tanto me quejaba. Y no sabía hasta cuándo, ni cómo; ni quién sería yo al volver; si es que volvía.

...Por genética, serendipia o elección, tú, que lees esto, formas parte de mí, y sólo espero que despidas a este año pensando más en las enseñanzas que nos ha brindado que en todo –tanto- lo que nos ha quitado. Que te curres que 2021 le dé veinte vueltas.

“Me he vuelto cortoplacista porque, si quieres que la vida se ría de ti, cuéntale tus planes”.

Muy feliz  2021. Gracias por estar, por leer, por compartir.



1 comentario: